miércoles, 8 de diciembre de 2010

Llega la ciberescuela

La clase de Almudena, profesora en un Instituto de Educación Secundaria, se ha transformado en un gallinero. “¿Jo, profe, pero no íbamos a hacer una WebQuest?”, protesta uno de los adolescentes. Ella enciende la pizarra digital y contesta: “César, siéntate. Ya he dicho que abráis los portátiles y os conectéis a internet: examen sorpresa”.

La orden parece incongruente. ¡Cómo va a evaluar los conocimientos de sus alumnos con toda la Red ante sus ojos! Pues es factible. Este método ya se ha testado en las escuelas de Dinamarca y, si se aprueba, allí los estudiantes podrán examinarse conectados a internet a partir de 2011. Se trata de que busquen la información necesaria con la que desarrollar un trabajo original. Para evitar que copien, los educadores harán chequeos de las páginas visitadas.

Y ya puestos, hay quien permite chatear, como Enrique Dans, profesor de Sistemas de Información en IE Business School de Madrid. “Mis alumnos hacen su examen en el portátil y lo envían a una cuenta de correo. Antes les dejaba utilizar todo menos el chat. Ahora me da igual, porque una tercera persona es un recurso más”.

Aceptémoslo: la forma de aprender ha cambiado. Hoy no podríamos asegurar el éxito de un programa de televisión como El tiempo es oro de finales de los 80 y principios de los 90, en el que un concursante sufría entre tomos enciclopédicos hasta encontrar un enigmático dato. “¡Que lo busque en Google!”, diría cualquier adolescente. Una brecha digital separa a los jóvenes de las generaciones que les preceden, y en el aula este desnivel se hace especialmente abrupto. Muchos profesores son inmigrantes digitales frente a sus alumnos, nativos del cibermundo. Los docentes han visto cómo sofisticados gadgets invaden sus centros, y se prevé una profunda transformación en la manera de generar y transmitir conocimientos. En efecto, la explosión de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en la enseñanza está aún por llegar.

A Juan Manuel Núñez, director de TIC corporativo del Grupo SM en Madrid, le brillan los ojos cuando imagina lo que aún queda por inventar. “No creo en un aula futurista, sino en una nueva enseñanza apoyada en potentes tecnologías. Habrá más confluencia entre educación formal y no formal –la que se da fuera de la escuela–, se multiplicarán las fuentes de saber, el profesor pasará de ser transmisor a regulador del aprendizaje, habrá nuevos dispositivos desde los que navegar, escribir y leer. Y el alumno tampoco será el mismo”.

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